Y aunque el placer es verdaderamente el motor que desarrolla la cultura, ha sido excluido casi por completo de la escuela. La escuela no ha contribuido a aficionar a los alfabetizados en el gusto de leer. Lo que ha hecho es insistir en la utilidad práctica, porque a la escuela no le interesa adentrarnos en el placer o en el gusto de algo, sino domesticarnos en la disciplina, el rigor y la obligación. La escuela busca eliminar lo salvaje, pero también, desgraciadamente, lo indómito, lo libre, lo imaginativo, lo escéptico y lo lúdico.
Juan Domingo Argüelles
Estás leyendo... ¿y no lees?
(Ediciones B, México, 2011)