En todo momento de su vida, lo que Melville lee nos da la pauta. Era un bardo, y sabía cómo apropiarse el trabajo de otros. Leía para escribir. Hurto de los bien nacidos, así llama Edward Dahlberg a la originalidad, el acto de un Autólico salteador que comete atracos tan invisibles como es posible. Los libros de Melville se ceban con los libros de otros hombres.
Charles Olson
Llámenme Ismael
(Ediciones Era, S. A. México, 1977)