jueves, 13 de noviembre de 2008

Lo más reciente de Murakami, en español...

En su más reciente novela publicada en español, After dark (Tusquets, 2008), el aclamado escritor Haruki Murakami aborda el abismo de la soledad en la época contemporánea, enmarcado en el ambiente de la ciudad durante la madrugada; un viaje emocional que, en el tiempo de la ficción apenas dura lo que tarda –desde la medianoche– en llegar el día.
En estricto sentido, Murakami no traiciona el tono de la mayoría de sus novelas (razón por la cual, tal vez, aseguró recientemente el escritor Félix Romeo, el japonés “le cansa”) y, por lo que respecta a After dark, ni siquiera lo anecdótico parece representar un nivel de complejidad que sea atrayente.
Por supuesto, el autor de Kafka en la orilla no deja de insistir en algunos tópicos que ya constituyen ‘marcas’ dentro de su producción, esto es, por lo menos uno de los personajes es afecto a los gatos y (adivínelo) es hijo único. Además, en este mismo orden de ideas, como elementos de incesante detalle para el ambiente, la música juega un papel determinante (en este caso, como en casi la totalidad de lo que ha publicado, el jazz está presente de manera insistente, así como algunas piezas clásicas y el insalvable pop).
Ahora bien, aunque nos encontramos frente a una historia donde el azar es fundamental y los hechos tienen puntos de conexión (encuentros y desencuentros) sutiles (los eventos parecen no ser puestos en realce gracias al lenguaje sino a pesar de él, es decir, es preciso activar la imaginación para que lo cruento ‘surja’ desde una prosa sin vivas alteraciones de sentido o emotividad ‘visible’).
Temáticamente, poco de innovador puede tener un conflicto entre dos hermanas o la relación de una de ellas con un hecho que se vincula a las actividades de la mafia china en Japón (los personajes, eso sí, suficientemente autónomos y distanciados, se relacionan para ‘mostrarse’, aunque –por lógica– la interacción no vaya más allá de un solo encuentro –o dos, o tres– entre ellos).
Hasta aquí, claro, nada del otro mundo. Pero, digamos, no por nada la celebridad de Murakami lo coloca (de unos años a la fecha) como uno de los escritores japoneses más leídos en Occidente –y también deudores, su educación se revela en diversos signos a través de sus páginas–, por lo que no debe perderse de vista que, por lo menos en After dark, lo que impresiona es la bifurcación narrativa y, en especial, el punto de vista plural cuando se describe el universo cerrado de la habitación de la hermana durmiente.
Mediante un “nosotros” al que se otorgan características de cámara móvil, incluso los términos del sueño son exhibidos y los planos de realidad (textual) son violados, traspuestos, combinados, puestos en juego para tentar, convencer y, finalmente, develar las posibilidades de intervención de un testigo que apenas puede existir dentro de la dinámica de una pesadilla. After dark no es, ni con mucho, lo mejor que puede leérsele a Murakami, pero mantiene su nivel de perturbación y (aunque no en todo el libro) su nivel técnico (en lo que desde la traducción puede apreciarse).