martes, 30 de marzo de 2010

Otra "Erisipela del humo" recobrada...

Varia
Ricardo Solís

1.- Las posturas literarias se asumen y viven con la nada serena convicción de que son las verdaderas y únicas, de que habrán de guardarnos un nicho en la historiografía de la literatura, de que nada vale a su lado y quienes esgrimen otras no merecen respeto alguno pero sí la pira obscena de la burla y el escarnio.
2.- Los vicios de escritura pueden ser involuntarios, cierto, pero empobrecen (se quiera o no) los textos. No saber mirar a la distancia lo que producimos es un pecado que a nada condena salvo al superpoblado cementerio de la papelería insulsa. La redención, aquí, se parece mucho al asumir una condición poco menos que improbable: La honestidad de vernos lo más cerca posible de lo que somos. Pero sin vernos.
3.- Algunas sentencias memorables de Shakespeare, Nietszche, Swift o Celan han sido leídas con asombrosa imprecisión y han producido páginas y páginas de argumentaciones poco menos que ridículas. Nada nos garantiza indulgencias cuando leemos. Para todo lector, la visión del paraíso debe ser –creo– una habitación vacía.
4.- Sherezade debió ser la primera que intuyó las posibilidades del lenguaje para eternizarse a sí misma. Admitamos también que su miedo de morir y voluntad de sobrevivencia le salvan de toda soberbia y todo propósito meramente literario.
5.- Boris Pilniak, en un célebre relato, define como un zorro al escritor y determina que sus características serán siempre la inteligencia y la traición. Aunque no ignoro que todo escritor exhibe, a querer y no, rasgos de moralidad y compromiso, su problema será siempre cómo ligar esa condición con lo inevitable de traicionar. Claro que, la primera de todas las traiciones es, inevitablemente, para con uno mismo.
6.- Amante de la saturación y la digresión, devoto de lo disperso y lo repleto, cierto tipo de escritor se debate siempre entre sus preferencias de escritura y aquello que, de manera contundente, le prueba ser efectivo a pesar de no responder a las premisas que defiende. Sólo en el injusto medio se hace posible la escritura.

Publicado en El Imparcial / 1 de agosto de 2004

lunes, 29 de marzo de 2010

Texto de "Erisipela del humo", recobrado...

Carta sin rumbos
Ricardo Solís

Cuando era niño, si mal no recuerdo, las cosas me parecían como enfermas de sí mismas. La pingüica de la acera daba la impresión de no desear crecer. El árbol de mango del patio semejaba un doliente cargado de flores inútiles y, repleto de frutos, lucía como una fuente de dulces gotas pesadas.
La acera de mi cuadra figuraba una pizarra donde alguna vez dijimos el mundo con dibujos insuficientes. Un viejo tractor abandonado hizo (sólo para mí) de balcón para la suave brisa de un beso y una risa, otorgados. Las cosas eran un parecer. Yo veía y callaba.
Ahora sé que bien hicieron mis ancestros en callarse o limitar su voluntad a la voz o la música iletrada. Eligieron la verdad de lo breve que da testimonio su vida con simpleza y desmemoria, una forma de justicia que funda su contento en el desaparecer o el transformarse, porque aquello que se dice de algo que fue es por fuerza otra cosa.
Decidieron, mis lúcidos amores de un antes fotográfico, romper la gris cristalería de mi recuerdo con el humo de palabras que no alcanzan para su referencia. Ignoro nombres, cierto, pero me pueblan rostros, gestos, arrugas, labios, ojos (sobre todo los ojos), pies, vestidos, posturas y narices.
Y todo me da vueltas cuando escribo. Y todo es tan inútil que me río de mí por lo que digo y no me basta, por lo que callo y no me place. Y paso de ser yo a ser un payaso que se niega a aceptar que todo lo ha vencido.
Cuando era niño, seguramente, sabía más que hoy. Mis contaminantes eran otros. Gozaba la humedad, el fuego o el frío con la debida inocencia pero los conocía mejor. Podía conversar con las gallinas o mis perros, cantar a solas, llorar como si Dios oyera.
Dije una vez que mis herencias se habían cumplido todas, era falso, me resta aún el sano olvido a que obliga vivir para los otros que decida. Hasta hace poco pensaba que no sucedería. Pero hay ojos que vuelven y su peso es un asombro de horror y maravilla. Ahora están aquí. Me nombran. Y habrán de borrarme cuando quieran.

Publicado en El Imparcial / 27 de junio de 2004...

miércoles, 24 de marzo de 2010

Sentencia intemporal del viejo sabio...

Uno nunca sabe cuándo la naturaleza nos pone frente a los secretos de otra persona; pero por lo menos uno sí sabe que no debe hacerlos públicos. Si algunos libros se consideran muy perniciosos y su venta está prohibida, entonces, ¿cómo no hacerlo cuando se trata no de hechos imaginarios, sino reales? Aquéllos a quienes perjudica la lectura de estos libros, también debe perjudicarles el conocimiento de ciertos hechos. Los acontecimientos deberían prohibirse, no los libros.

Herman Melville
Las islas encantadas
(Círculo de lectores, Bogotá, 1984)

viernes, 5 de marzo de 2010

Ciudades fantasma...

La tierra de un escritor es un territorio dentro de la mente de éste, y corremos el riesgo de desilusionarnos si intentamos convertir a semejantes ciudades fantasma en ladrillo y cemento tangibles. [...] En verdad, ninguna ciudad es tan real como ésta, la que nos hacemos por cuenta propia y para la gente que nos gusta. Insistir en que tiene un equivalente en las ciudades terrenales es robarle la mitad de su encanto.

Virginia Woolf
Viajes y viajeros
Prólogo, selección y traducción
de Marta Pessarrodona
(Plaza & Janés Editores, Barcelona, 2001)

martes, 2 de marzo de 2010

Ciertas formas de la muerte...

Amo cada palabra porque me obliga a construir los límites de mi silencio, como la yedra construye su fidelidad, su sueño, su armonía, o la espuma rompe sobre la cresta del acantilado tanto en la calma como en la tempestad. Amo los sitios donde la luz fue nuestra, el color de sus nombres, y amo también los que no vimos, porque habrán de obligarnos a inventar sus contornos, y su pequeña historia, y unos pocos recuerdos con que volverlos habitables. Amo, incluso, la muerte, esta forma de muerte, porque obliga a vivir.

Jenaro Talens
Luz de intemperie
Antología personal
(UNAM, México, 2006)