lunes, 29 de marzo de 2010

Texto de "Erisipela del humo", recobrado...

Carta sin rumbos
Ricardo Solís

Cuando era niño, si mal no recuerdo, las cosas me parecían como enfermas de sí mismas. La pingüica de la acera daba la impresión de no desear crecer. El árbol de mango del patio semejaba un doliente cargado de flores inútiles y, repleto de frutos, lucía como una fuente de dulces gotas pesadas.
La acera de mi cuadra figuraba una pizarra donde alguna vez dijimos el mundo con dibujos insuficientes. Un viejo tractor abandonado hizo (sólo para mí) de balcón para la suave brisa de un beso y una risa, otorgados. Las cosas eran un parecer. Yo veía y callaba.
Ahora sé que bien hicieron mis ancestros en callarse o limitar su voluntad a la voz o la música iletrada. Eligieron la verdad de lo breve que da testimonio su vida con simpleza y desmemoria, una forma de justicia que funda su contento en el desaparecer o el transformarse, porque aquello que se dice de algo que fue es por fuerza otra cosa.
Decidieron, mis lúcidos amores de un antes fotográfico, romper la gris cristalería de mi recuerdo con el humo de palabras que no alcanzan para su referencia. Ignoro nombres, cierto, pero me pueblan rostros, gestos, arrugas, labios, ojos (sobre todo los ojos), pies, vestidos, posturas y narices.
Y todo me da vueltas cuando escribo. Y todo es tan inútil que me río de mí por lo que digo y no me basta, por lo que callo y no me place. Y paso de ser yo a ser un payaso que se niega a aceptar que todo lo ha vencido.
Cuando era niño, seguramente, sabía más que hoy. Mis contaminantes eran otros. Gozaba la humedad, el fuego o el frío con la debida inocencia pero los conocía mejor. Podía conversar con las gallinas o mis perros, cantar a solas, llorar como si Dios oyera.
Dije una vez que mis herencias se habían cumplido todas, era falso, me resta aún el sano olvido a que obliga vivir para los otros que decida. Hasta hace poco pensaba que no sucedería. Pero hay ojos que vuelven y su peso es un asombro de horror y maravilla. Ahora están aquí. Me nombran. Y habrán de borrarme cuando quieran.

Publicado en El Imparcial / 27 de junio de 2004...