1980
Me miro todas las mañanas, aún es
de noche, bajo la luz eléctrica,
en el espejo del miserable cuarto
de baño,
ya con cincuenta y un años mal
cumplidos y bien solo, y te veo a ti,
con la misma edad,
en el invierno de 1980.
Te veo a las siete de la mañana
cargando las maletas y los muestrarios en el maletero de tu Seat 1430.
Tal vez mi coche sea mejor que el
tuyo.
La industria automovilística
occidental oferta a la clase baja algún modelo con sexta marcha e incluso con
aire acondicionado.
El salario, sin embargo, es el
mismo.
El país, sin embargo, es también
el mismo.
Veo el mismo rostro en el espejo,
la aplastante madrugada y el sórdido empleo,
y la sórdida ganancia de una
comisión,
toda la vida detrás de una
comisión a la intemperie,
que no te dio para nada,
absolutamente para nada.
Yo intenté escribir y tú fuiste
un anónimo viajante de comercio,
somos lo mismo.
¿Dónde están nuestras capillas en
las más famosas catedrales de España,
en la de León, en la de Sevilla,
en la de Burgos, en la de Madrid,
en la de Santiago de Compostela?
¿Dónde nuestros rostros en bronce
esculpidos con las heridas en el costado?
Tú, recorriendo absurdos pueblos
de Aragón, luchando por vender el textil catalán, el textil de las boyantes
empresas catalanas,
-barcelonesas, prósperas y ya con
relaciones internacionales-
a sordos y oscuros y pobretones
sastres de pueblos atrasados de la España hosca, medieval y mutilada.
Ellos sí, tus jefes catalanes,
ganaban mucho dinero, tú nada. Nos afeitamos los dos al mismo tiempo, tú en
1980,
yo en el 2013, un poco
evolucionada si quieres
la industria del afeitado, un
poco de colonia, un poco de agua en el pelo.
Salimos los dos al mismo tiempo y
montamos en sendos automóviles,
el mío tiene música y el tuyo
solo radio,
tu Seat 1430, y tal vez sea esa
la única diferencia,
a mí me ayudan Lou Reed y Johnny
Cash con sus canciones,
a ti no te ayudó nadie.
Te fuiste con setenta y cinco
años. Yo me voy dentro de cinco minutos.
No, no quiero verte al otro lado
del espejo.
No soportaría tu mirada de fuego,
tu mirada de condenación suprema.
Manuel Vilas
El hundimiento
(Visor Libros/ Círculo de Poesía,
México, 2017)