La diferencia entre la sala y la cocina era la diferencia entre el ahogo y la supervivencia. La sala era un temor monótono, cuajado y sofocante. En cambio, en la cocina se podía tomar aire profundamente, aguantarlo hasta la asfixia y luego soltarlo o tragarlo. En la cocina había volumen e intensidad y el ambiente sufría un continuo vaivén, se apagaba para después volver a agitarse. Había movimiento y espacio, luz y aire. Se podía respirar. Se podía vivir.
Vivian Gornick
Apegos feroces
(Sexto Piso, México, 2019)