miércoles, 24 de febrero de 2010

Hay un estado de intuición...

En nuestro tiempo se concibe la obra como una manifestación poética total, que abraza simultáneamente formas aparentes como el poema, el teatro, la narración. Hay un estado de intuición para el cual la realidad, sea cual fuere, sólo puede formularse poéticamente, dentro de modos poemáticos, narrativos, dramáticos: y eso porque la realidad, sea cual fuere, sólo se revela poéticamente.

Julio Cortázar
"Notas sobre la novela contemporánea" (1948)
Obra crítica / 2
Edición de Jaime Alazraki
(Alfaguara, Madrid, 1994)

viernes, 19 de febrero de 2010

Hecha -por siempre- de retornos...

El hombre que escribe es un solitario que se dirige a un lector solitario, tanto si escribe una carta de amor como si compone una novela de aventuras. Por el contrario, el hombre que habla necesita de un oyente, pues la palabra solitaria es palabra de loco [...] La palabra recorre un espacio corto y se borra al instante, mientras que la escritura viaja a través del tiempo y del espacio. Es que la palabra está viva mientras que la escritura está muerta. La escritura no puede prescindir de la palabra para ser vivificada [...] Toda la historia de la literatura está hecha de retornos de la escritura a ese manantial vivo y edificante que es el lenguaje hablado.

Michel Tournier
El espejo de las ideas
(El Acantilado, Barcelona, 2000)

martes, 16 de febrero de 2010

Sensación, antes que nada...

El libro era como un bebedizo que tenía aroma y sabor, que embriagaba incluso al tacto. Era una sensación hondísima e inexplicable, anterior a la experiencia formativa y, desde luego, a aquella primera visita a la Biblioteca. Sí, el libro también era como un trozo de aquel más allá que le turbaba con frecuencia, un precioso fragmento de otros mundos que, como un milagro, llegaba a sus manos.

Antonio Colinas
El crujido de la luz
(Edilesa, España, 1999)

martes, 9 de febrero de 2010

Coincidencia y confesión...


A medida que me acerco a los cuarenta sin haber conseguido ninguno de los objetivos que me había propuesto, sin haber alcanzado la profunda creatividad -por la que me he esforzado durante años-, siento que adopto una posición menor, oscura, mediocre, que no es mi destino pero sí culpa mía, como si en algún momento me hubiera faltado el ingenio y el valor para ajustarme de modo competente a las formas que tenía a mano.

John Cheever
Diarios
(Emecé-Planeta, Barcelona, 2006)

* De este libro vendrán, forzosamente, más citas... Así que, espero, no sea de extrañeza ver por aquí más sentencias del buen Cheever...

sábado, 6 de febrero de 2010

Para recordar un buen poema...

Fe de vida

Esperar junto a este mar en el que nacieron las ideas
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas
en las calas olvidadas.

Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.

Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con su muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
O con la luz de todos los azules.

Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano
como a puñado de sal.
O de luz.

Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –¡al fin!– pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.

Antonio Colinas
Libro de la mansedumbre
(Tusquets Editores, Barcelona, 1997)

miércoles, 3 de febrero de 2010

Sin más patria...

Sólo quien la haya padecido, sabe qué vale. Cuánta noche exhaustiva, cuánto veneno en la pena del exilio. Hay que amar, de pronto, un calabozo expuesto, urdir planes que no llevan a nada, ni siquiera al hastío de la casa verbal. Nadie me despertará jamás de este contrapaso, del aura fosca que adviene cada vez. Ni con ambas las manos cual pájaro tamaño que curase la fiebre. He de morir así, sin más patria que esta versión del deseo, sin más promesa que su incumplimiento.

María Negroni
La boca del infierno
(Mantis Editores, Guadalajara, 2009)

lunes, 1 de febrero de 2010

A modo de respuesta innecesaria...

Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco
que, aunque fueran mejor de otra manera,
no tuvieran el gusto que han tenido,
porque a veces lo que es contra lo justo
por la misma razón deleita el gusto.

Lope de Vega
Arte nuevo de hacer comedias (1609)
(Espasa Calpe, Madrid, 1979)