En la experiencia particular, no valen todas las obras humanas de todos los siglos para anular un evento personal, único, que hayamos teñido de trascendencia. El punto, claro, no estriba en el hecho de la trascendencia, de ahí la suavización que se busca al utilizar el verbo teñir. Lo que digo es, como ya alguna vez lo dejó sentir Catulo o lo entrevió Shakespeare o lo escribió Stevenson, que en ocasiones basta presenciar un hecho o participar de él para que la memoria elabore una compleja maraña de relaciones que conducen la vivencia al plano del recuerdo imborrable.
---Así como cierto amigo mío evoca y otorga significados a ese momento en su pasado cuando conoció una huerta que pertenecía a su abuelo; un día en el que comenzó a preguntarse los porqués de la extraña floración del mango, la frescura del agua de la noria o los varios dibujos de la luz que cae filtrada por la fronda de un chicozapote; así eligió Sergio Pitol plantear un relato/ensayo donde la importancia del punto de vista en la narrativa se relaciona íntimamente con el hecho de recorrer Venecia sin anteojos y hacerlo de nuevo al día siguiente, cuando los había recuperado. También Seamus Heaney, en un texto maravilloso, describe lo que rememora como su primer encuentro con la experiencia poética a través de contar como, cuando niño, entró en un campo sembrado de guisantes y se recostó en el centro para perder cualquier noción de ubicación, pasar por la extrañeza y acabar en el más puro y desconocido asombro.
---Aunque en este instante cito mayormente casos que han llegado a mí a través de la lectura, no defiendo el texto por sobre lo vivido, jamás podría colocar alguna obra determinada sobre la estatura humana de nadie. Y no trato de moralizar sino de colocar en perspectiva que, por mucho que digan ciertos radicales, aunque la vida forme parte ineludible de la obra de arte, esta NO ES la vida; puede parecerse, evocarla, hacerla sentir, formar parte de, hacernos decir que lo es, pero simplemente no. En todo caso, si llegara a “serlo” se vería condicionada (cualquier obra de que se trate) por su temporalidad. Si acaso la obra llegara a ser la vida, sería por un breve lapso que, presiento, ni siquiera notaríamos.
---No se trata de que las cosas o los seres estén vivos, es la conciencia la que nos hace admitirlo o concederlo o descubrirlo; por este motivo, la fuerza imaginativa no carece de crédito y ha producido sorprendentes obras que vencen cualquier esfuerzo hermenéutico. No puedo negar lo que se pierde, lo que el tiempo deshace o transforma, pero nuestros discursos no valen un gramo de nada ante la contundencia simple de todo lo que late sin la voluntad magnánima de un ser que cree saberse conciente de las cosas y funda certezas que habrán de vencerse mañana o cuando pulse la siguiente tecla.
---Si vuelvo a la literatura, es ahí donde veo el sueño lúcido de Stevenson de incluso desear que no haya libros con tal de que la compasión fuese una regla general entre los seres dizque pensantes que habitamos esta ínfima pelota estelar. El escritor inglés no diserta, no reflexiona, apenas apunta un deseo tras escuchar a un igual distinto referirle dudas y opiniones cuya lógica sencilla derrota las explicaciones. Hace poco alguien me decía sobre no sé qué “Es que eso es absurdo” y precisamente ahí es donde el problema radica, somos incapaces de aceptar que la razón, con todo y lo necesaria que es, no pasa de ser invención nuestra y nuestra raíz inexpresable da con ella en el suelo siempre, siempre, siempre.
---Así como cierto amigo mío evoca y otorga significados a ese momento en su pasado cuando conoció una huerta que pertenecía a su abuelo; un día en el que comenzó a preguntarse los porqués de la extraña floración del mango, la frescura del agua de la noria o los varios dibujos de la luz que cae filtrada por la fronda de un chicozapote; así eligió Sergio Pitol plantear un relato/ensayo donde la importancia del punto de vista en la narrativa se relaciona íntimamente con el hecho de recorrer Venecia sin anteojos y hacerlo de nuevo al día siguiente, cuando los había recuperado. También Seamus Heaney, en un texto maravilloso, describe lo que rememora como su primer encuentro con la experiencia poética a través de contar como, cuando niño, entró en un campo sembrado de guisantes y se recostó en el centro para perder cualquier noción de ubicación, pasar por la extrañeza y acabar en el más puro y desconocido asombro.
---Aunque en este instante cito mayormente casos que han llegado a mí a través de la lectura, no defiendo el texto por sobre lo vivido, jamás podría colocar alguna obra determinada sobre la estatura humana de nadie. Y no trato de moralizar sino de colocar en perspectiva que, por mucho que digan ciertos radicales, aunque la vida forme parte ineludible de la obra de arte, esta NO ES la vida; puede parecerse, evocarla, hacerla sentir, formar parte de, hacernos decir que lo es, pero simplemente no. En todo caso, si llegara a “serlo” se vería condicionada (cualquier obra de que se trate) por su temporalidad. Si acaso la obra llegara a ser la vida, sería por un breve lapso que, presiento, ni siquiera notaríamos.
---No se trata de que las cosas o los seres estén vivos, es la conciencia la que nos hace admitirlo o concederlo o descubrirlo; por este motivo, la fuerza imaginativa no carece de crédito y ha producido sorprendentes obras que vencen cualquier esfuerzo hermenéutico. No puedo negar lo que se pierde, lo que el tiempo deshace o transforma, pero nuestros discursos no valen un gramo de nada ante la contundencia simple de todo lo que late sin la voluntad magnánima de un ser que cree saberse conciente de las cosas y funda certezas que habrán de vencerse mañana o cuando pulse la siguiente tecla.
---Si vuelvo a la literatura, es ahí donde veo el sueño lúcido de Stevenson de incluso desear que no haya libros con tal de que la compasión fuese una regla general entre los seres dizque pensantes que habitamos esta ínfima pelota estelar. El escritor inglés no diserta, no reflexiona, apenas apunta un deseo tras escuchar a un igual distinto referirle dudas y opiniones cuya lógica sencilla derrota las explicaciones. Hace poco alguien me decía sobre no sé qué “Es que eso es absurdo” y precisamente ahí es donde el problema radica, somos incapaces de aceptar que la razón, con todo y lo necesaria que es, no pasa de ser invención nuestra y nuestra raíz inexpresable da con ella en el suelo siempre, siempre, siempre.
---Sí, ya sé, me he ido en banda de nuevo. Pero bueno, ya decía Sterne que sin la digresión no hay literatura posible. Y este espacio no es terreno para la pontificación sino para la libre exposición de impresiones (en la pobre medida que el lenguaje y mi capacidad de usarlo permitan). Por mucho que trato de convencerme, no veo muchos sueños que rebasen en belleza al que apuntó alguna vez el autor de La isla del tesoro. Puedo agradecer a Borges la pista que me condujo a Stevenson y agradecer a éste por llevarme a donde no sé pero persigo.