viernes, 4 de septiembre de 2020

Un tipo de caos...


U
no a uno se fueron marchando, y pronto se apagaron las últimas luces, y llegaron los camiones de mudanza, y luego el estruendo de las excavadoras, las paredes se hicieron añicos, los tejados se desmoronaron y todo quedó enterrado bajo una avalancha de polvo; una escena sórdida que iba presenciando cada vecino que se resistía a marcharse para tener que acabar transigiendo, y luego otro, y otro más. Y así sucedió en cada manzana, en cada barrio, hasta que el resistente más contumaz se vio obligado a dar su brazo a torcer porque, cuando una manzana está prácticamente destruida, y uno se encuentra solo en medio del caos, emergen los sueños más extraños y desconocidos; el miedo a quedarse solo en un barrio que está muriéndose; el miedo a la aparición de una banda de jóvenes vagabundos que se dedique a deambular entre los escombros, rompiendo ventanas y robando puertas, cercas de madera, apliques de luz, o en los matorrales, o a fisgonear entre los añicos de fotos enmarcadas o cartas de amor abandonadas; miedo a la gente marginal que es capaz de dormir en los esqueletos de los pisos vacíos o de los vestíbulos colgantes; miedo a las ratas, que se decía que no tardarían en ascender por los fregaderos destrozados y las alcantarillas, porque, tal y como se argumentaba, también ellas estaban siendo desalojadas de Bay Ridge, Brooklyn.

Gay Talese

El puente

(Alfaguara, México, 2018)