¿Había sido Sandokán educado como musulmán? Obviamente no, ¿entonces? La vida lo había hecho un hereje, iconoclasta, agnóstico con unos restos del taoísmo que le administraron en la infancia: el camino, la perfección, el respeto por los antepasados. Había elaborado de manera inconsciente una especie de pentálogo que intentaba respetar: la venganza era sagrada y la violencia apetecible, la modernidad desconfiable, la inocencia inexistente, la naturaleza obedecible y digna de deferencia, los débiles, los lisiados, los enfermos, los niños, casi todas las mujeres, la mayoría de los ancianos: protegibles. Con eso como religión era suficiente.
Paco Ignacio Taibo II
El retorno de los Tigres de la Malasia
(Segunda parte, capítulo VIII)
[Planeta Internacional, México, 2010]