lunes, 13 de julio de 2009

Para conjurar algo de cinismo...

-… así es como teoriza un novelista: conservando celosamente su propio lenguaje, huyendo como de la peste de la jerga de los eruditos.

-Los personajes novelescos no piden que se les admire por sus virtudes. Piden que se les comprenda, lo cual es algo totalmente distinto.

-La vida humana como tal es una derrota. Lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla. Ésta es la razón de ser del arte de la novela.

-He aquí un giro estético tan discreto como radical: para que un personaje sea “vivo”, “fuerte”, artísticamente “logrado”, no es necesario dar de él toda la información posible; es inútil hacer creer que es tan real como usted y yo; para que sea fuerte e inolvidable, basta que llene todo el espacio de la situación que el novelista ha creado para él.

-La reflexión novelesca (…) no tiene nada que ver con la de un científico o un filósofo; diría incluso que es intencionadamente afilosófica, incluso antifilosófica, es decir, ferozmente independiente de todo sistema de ideas preconcebidas; no juzga; no proclama verdades; se interroga, se sorprende, sondea; adquiere las más diversas formas: metafórica, irónica, hipotética, hiperbólica, aforística, cómica, provocadora, fantasiosa; y sobre todo: jamás abandona el círculo mágico de la vida de los personajes; se nutre y se justifica por la vida de los personajes.

-Cuanto más se observa atenta, obstinadamente, una realidad, más se entiende que no responda a la idea que todo el mundo se hace de ella.

-Toda novela creada con auténtica pasión aspira de un modo natural al valor estético duradero, lo cual quiere decir que aspira al valor capaz de sobrevivir a su autor. Escribir sin esta ambición es puro cinismo: porque, mientras que un fontanero mediano es útil a la gente, un novelista mediano, que produce a conciencia libros efímeros, corrientes, convencionales, por tanto inútiles, nocivos y que estorban, sólo es digno de desprecio. Es la maldición del novelista: su honestidad está atada al potro infame de su megalomanía.

-… la vida es corta, la lectura es larga y la literatura se está suicidando debido a una proliferación insensata.

Milan Kundera
El telón
(Tusquets, México, 2005)