El lenguaje que configura la poesía no tiene otra verificación que, como semilla, ser capaz de fructificar en la mente de aquel que con ese lenguaje dialoga. Fructificar quiere decir reavivar una comunicación cuya posibilidad está abierta por la presencia de las letras; pero cuya realidad sólo se constituye cuando entran en contacto los dos lenguajes que forman la estructura dialógica que sintetiza la consciencia: la inmersión en la subjetividad de un mundo, en principio, ajeno a ella; un mundo que viene de fuera y que, sin embargo, por la comunidad del lenguaje llega a convertirse en propio y a incorporar, en la mismidad, otras formas de experiencia que jamás podrían haberse entrevisto sin el diálogo que la escritura inicia.
-----
Emilio Lledó
"Juan de la Cruz: Notas hermenéuticas sobre un lenguaje que se habla a sí mismo"