miércoles, 5 de agosto de 2009

Una del admirable viejo húngaro...

Lo que él quería descubrir era por qué alguien se dedica a escribir. ¿Por placer? Sospechaba que, lejos de procurar satisfacción, debía de ser un ejercicio doloroso, puesto que lo que se moldea en palabras se pierde para siempre y lo único que queda es un poso de mala conciencia, como cuando se comete un delito por el cual tarde o temprano habrá que responder ante la justicia.

Sándor Márai
Los rebeldes
(Salamandra, Barcelona, 2009)