miércoles, 16 de enero de 2008

Justo hoy...

Concluí, este día, la lectura de una novela, La noche de los calígrafos (Siruela, 2005) de Yasmine Ghata (Francia, 1975). Trata de la vida de la calígrafa Rikkat, contada por ella misma después de muerta. Aunque hay quienes la califican de "dura", no me lo pareció tanto; más bien algo dulzona, sensiblera y efectista. Pero tiene momentos fabulosos, que no es virtud menor. Cito un breve fragmento (justo cuando, ya vieja, la protagonista se entera de la muerte de uno de sus hijos)...

¿Qué hacer de esas escrituras que no me devolverán a mi hijo? ¿Qué hacer con un Dios que utiliza mi mano para escribir su aliento? Además, mis dedos queman al contacto con mis instrumentos. Habiéndose vuelto rígidos bruscamente, murieron a la vez que mi hijo, sólo resta enterrarlos.
---Agotada de llamar, mi hermana acabó forzando la puerta. Con su aliento barriéndome la nuca, se adueña de mi mano, desliza un cálamo entre mis dedos, lo guía sobre la página.
---"Escribe, Rikkat, sólo te salvará la escritura", me ordena.
---[pág. 144]

---No se trata de la mejor parte, pero este día me hizo falta leer algo así y, ni modo, ocurrió. Coincido con alguien que dijo del dolor que es "el cauce del pensamiento" (y he agradecido, sin decirle, que lo haya escrito, porque lo creo igual, justo así, sólo que dicho alguien lo dijo mejor) y me dispongo a seguir leyendo otra cosa. Fatal y tristemente, ciertos libros concluyen cuando no queremos que así sea.