domingo, 29 de julio de 2007

Tono y maravilla de la exaltación...

¡Al diablo con el razonamiento puro y la universalidad de sus leyes! ¿Acaso el que razona es un Filósofo Abstracto o yo mismo, transitorio y mísero individuo? ¿Qué importa que la Razón Pura sea universal y abstracta si El-que-razona no es un dios desprovisto de pasiones y sentimientos, sino un pobre ser que sabe que ha de morir y que de esa muerte carnal y suya no lo podrá salvar Kant con todas sus categorías? ¿Qué célebre conocimiento es ese que nos deja solos frente a la muerte? [...] ¿Qué sentido podría tener una Sociedad Futura donde se hubiese logrado descartar los sentimientos y las emociones? Es falso que el hombre desee ese pensamiento objetivo y desinteresado: quiere el conocimiento trágico, que se amasa no sólo con la razón, sino con la pasión y la vida. El hombre se rebela contra lo general y lo abstracto, contra el principio de contradicción; porque el hombre de carne y hueso es justamente la contradicción: es y no es, es santo y es demonio, ama y odia, es pequeño y a la vez es capaz de portentosas hazañas.
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Ernesto Sábato
Hombres y engranajes (1941)

sábado, 28 de julio de 2007

Nomás porque hoy vino a cuento...

¿Inmenso poeta? ¡Qué va, son exageraciones de los periodistas! ¿Trágico asilo? No, para nada. Éste es un lugar muy tranquilo, donde uno se halla muy bien. Sí señor. Me encuentro muy bien y espero no salir de aquí jamás. Quién sabe... Entre tantos, nadie sabe quién es el loco. ¡Yo estoy loco! Paso días de lucidez y días que no recuerdo. Padecía una neurastenia tan honda que no podía vivir de ninguna manera. Y tan debilitado, que resultaba inútil para la sociedad.
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Dino Campana
(Fragmento de una de sus respuestas en una de las pocas entrevistas que concedió en vida el poeta italiano [1885-1932], recluído -desde 1918- en el Hospital Psiquiátrico de Castel Pulci, donde murió)

jueves, 26 de julio de 2007

Más sabe el viejo...

En una de sus últimas entrevistas, Ricardo Garibay dijo: “Soy humilde ante mi oficio, nada más. Ante los demás y ante mí mismo soy soberbio y desdeñoso”. Cualquiera que haya visto sus programas de televisión o le haya conocido en persona da cuenta de esto. Pero el asunto es que sólo ante la escritura, ante el acto de colocar palabras en una hoja en blanco, uno es (o debería ser) nadie.
---Las palabras de Garibay al respecto son claras, en la misma entrevista, precisa que en el momento de estar escribiendo se sentía “sumamente inferior”. Es esa inferioridad a la que debe el escritor aspirar como condición de sí mismo. De poco vale convencerse de modo simple, sentirlo es un deber pero no es algo que se consiga por pura voluntad. Serlo implica no estar del todo conciente sino permitir que suceda, si es posible. Esta inferioridad es la que posibilita la debida anulación del escritor ante su escritura, el desvanecimiento del autor dentro de la obra.
---A esta búsqueda refería Mallarmé cuando escribió: “La destrucción fue mi Beatriz”; pesquisa y guía, la doble faz de un mismo propósito y necesidad.

miércoles, 25 de julio de 2007

Pessoa (I)

La literatura, como todo arte, es la demostración de que la vida no basta...
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Fernando Pessoa

lunes, 23 de julio de 2007

A quote for all seasons...

El lenguaje, por decirlo así, es enemigo del ideal monocromo de la verdad. Está saturado de ambigüedad, de simultaneidades polifónicas. Se deleita en la especulación fantástica, en constructos de esperanza y futuridad de los que no hay ninguna prueba.

George Steiner
Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento [2007]

domingo, 22 de julio de 2007

Sin duda...

La escritura enseña mucha humildad. Las malas oraciones, las ideas fallidas, los esfuerzos vanos (…) Detrás de cada libro hay carnicerías, incendios y naufragios...
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Paul Auster

sábado, 21 de julio de 2007

Accidentes...

Alguna vez le dije a alguien que debo mi afición a la lectura a una serie afortunada de accidentes. Esta conclusión, por supuesto, no le hace gracia a mi madre porque ella hubiera querido que me dedicara a cosas más “normales”, que hubiera elegido un destino menos complicado o, cuando menos, una ocupación en la que no me viera agobiado por problemas financieros.
---Nací en un lugar pequeño, una ciudad extraña en la que no hay librerías y, como espejo de la nación entera, la mayor parte de los hogares no posee libros, ni siquiera de adorno. En mi casa sí los hubo aunque, por lo general, se trataba de enciclopedias cuyo cometido parecía ser ilustrar la curiosidad simple o servir de ayuda en los trabajos escolares. Hicieron mucho más que eso, sin embargo.
---Había, es cierto, algunas novelas o libros de poesía nada reciente pero, en casa de mis abuelos, la cosa cambiaba un poco. Resulta que, quiso la providencia, en la década de los cincuenta ocurrió un primer accidente por el que debo estar agradecido.
---Como si huyera de una maldición o crimen inconfesable, cierta maestra argentina llegó en la tercera década del siglo XX a mi terruño. Llegó cargada de libros y se hizo de una pequeña casa, a un lado de la propiedad de mi abuela. Ocurrió que al morir la maestra, sola en su casa, de vejez, sus pertenencias fueron sacadas a la calle para que la basura las recogiera. Mi abuela consiguió salvar dos o tres cajas de libros de aquella injusta ocurrencia.
---De ese lote azaroso pude leer muchas maravillas que prosiguen en su deterioro, ocupando la vieja estantería de una casa memorable para mí. En ese lugar, también, fue donde mi abuelo puso en mis manos sus libros de Salgari (¿de dónde los habría sacado?) y algunas novelas policiales.
---Otro accidente fue la envidia. Mi hermana mayor era la celebridad lectora en casa, escribía pequeñas historias y ganaba concursos escolares, leía a Verne y a Twain. Yo deseaba ese trato preferencial, ser tomado en cuenta de ese modo. Mi hermana tomó después la senda de “lo normal” y se alejó de la literatura con mayúscula (aunque sigue leyendo, claro, cosas menos “complicadas”); yo caí en las redes de un vicio precioso y difícil de mantener sin sacrificios visibles e invisibles.
---Supongo que la escritura me vino como consecuencia, no lo sé de cierto pero creo que es mejor no saberlo. El hecho es simple, no puedo evitar que las historias me seduzcan. Mi memoria prueba, a veces, que no he sido mal oído para aquello que se contó en reuniones familiares o las pláticas que inundaron mi casa todo el tiempo.
---Puede que nunca llegue a explicar de manera suficiente la razón que hace necesaria la lectura, es muy probable que jamás encuentre palabras para describir lo mucho y vario que acontece en la autopista maltrecha que conecta el cerebro con el corazón, ahí donde dibujan su ruta los prodigios cotidianos que definen lo que somos.
---Y es que no se necesita, felizmente, de tal explicación. Tampoco se requiere de la mente más sana o ecuánime o consecuente. Basta cierta congruencia y la voluntad de arrancar tiempo a los días para ejercer una inútil pero imprescindible actividad: leer.
---Más de una vez me he preguntado por el motivo de esta terquedad. Pude haber hecho mi vida más fácil, quizá. Pero lo lamento, se trata de un complejo veneno cuyos efectos son incontrolables. Y he aceptado esta enfermedad como el ignaro que soy, sabiendo que en cada recaída volveré a ser feliz sin mesura. En esos momentos (y cuando nos convertimos en una “bestia de dos espaldas”, claro) es cuando creo de veras en la felicidad ¿hay otra menos breve?

jueves, 5 de julio de 2007

¿Cómo negar?


La palabra significa echar raíces y ahondar y buscar afanosamente y calar hondo, y eso es precisamente lo que logra un poema también: mete la nariz en el terreno y sigue una pista y zahonda por instinto rumbo al verdadero centro de lo que le incumbe.

Seamus Heaney
Al buen entendedor (2006)

* El subrayado en la cita es mío...

miércoles, 4 de julio de 2007

A veces dan ganas...


El acto surrealista más puro consiste en bajar a la calle, revólver en mano, y disparar al azar, mientras a uno le dejen, contra la multitud. Quien no haya tenido, por lo menos una vez, el deseo de acabar de esta manera con el despreciable sistema de envilecimiento y cretinización imperante, merece un sitio entre la multitud, merece tener el vientre a tiro de revólver.

André Breton
Segundo manifiesto surrealista

Recuerdo inmejorable de Cernuda...


No sé nada, no quiero nada, no espero nada. Y si aún pudiera esperar algo, sólo sería morir allí donde no hubiese penetrado aún esta grotesca civilización que envanece a los hombres.


Luis Cernuda
en la antología Poesía española (1932) de Gerardo Diego

martes, 3 de julio de 2007

Concreto, preciso, total, necesario...


19.- Accept loss forever.
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Jack Kerouac
Belief & technique for modern prose

lunes, 2 de julio de 2007

Cánida


Cuando murió mi primer perro
(demasiadas moscas y nada de sangre)
lo plantamos al costado de una casa en ruinas
lejos del ojo sumergido
de mi madre y hermanos.

Poco antes
vagaba sordo y distraído
(mi perro aquel)
buscando su consuelo en el lodo
bajo la fronda de una higuera
sin aullidos
cubierto de una paciencia
parecida al polvo gris que se desprende
de los muros
o las palabras que la memoria desgasta.

Lo descubrí por la mañana
y el acento del frío
dejó su cuerpo como una piedra
que me quedé mirando
largo rato.

Recuerdo haber pensado
en gusanos
los injustos olores que predicen la ceniza
gallinas degolladas por mi abuela
el temor de perder casi cualquier cosa
las horas en las que todo es un limpio silencio
y Dios contempla.

Ahora
(después de todo eso)
aunque la luz quiera ser otra
hay una mancha
impresa en el cuerpo de los días
que no puedo nombrar
un viejo tatuaje
que insiste sin escándalo
y recobra
las heridas que brillan en la causa inútil.

Su mirada
(la de mi perro aquel)
era un hielo blanqueado por la ceguera
y en su gesto los dientes
asomaban como una frase tímida y amarilla…
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(Este poema forma parte de un libro en espera de publicación y, más allá de lo anecdótico, queda también como pequeño homenaje a más de un poeta y muchos amigos)